Hoy, 21 de septiembre, se celebra el Día Mundial del Alzhéimer. Así que, aprovechando esta fecha, os hablo sobre un cuento que nos habla de esta enfermedad tan dura.

Si a los adultos nos cuesta entender y aceptar una enfermedad tan dura y difícil como es el alzheimer y sus consecuencias, imagínate cuando un niño lo vive de cerca. Y aunque no nos demos cuenta, hay muchas familias con niños pequeños y algún familiar enfermo de alzheimer en casa.

Este verano hemos recibido en la familia esta misma noticia: “su familiar tiene demencia”. Aún para mí, que justo este verano he terminado mis estudios de psicogeriatría y por ello “veía venir” esta enfermedad, aún así, ha sido muy duro. Por lo que no he dudado en volver a coger este libro infantil que tenía guardado y leerlo de nuevo. Al final, hasta me ha sacado una pequeña sonrisa. Por lo que no solamente recomiendo este libro para que los más pequeños entiendan esta enfermedad, sino también a mayores.

Lo cierto es que esta enfermedad puede provocar en los familiares sensaciones tan variables como miedo a lo desconocido, miedo a cómo avanzará, temor a que llegue el momento en que nuestro ser querido no nos reconozca, impotencia de querer ayudarle y no saber cómo… también alguna sonrisa al presenciar situaciones un tanto extrañas (como podremos ver en el libro…). Y finalmente, no nos quedará otra que estar “serenos” y sacar tooooda la fuerza posible para poder ofrecer nuestra ayuda y hacer frente a la situación.

Dicho todo lo anterior, a continuación os enseño un poquito del interior de esta bonita historia:

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Óscar es el protagonista de esta historia. Tiene siete años y nos cuenta su experiencia: vivir con su abuelo enfermo de alzhéimer.

Desde hace tres meses y medio ha dejado de ser hijo único. No es que ahora haya llegado un bebé a la familia, no… es que su abuelo Pedro se ha mudado para vivir con ellos. Pero en realidad, el abuelo es como si fuera un niño pequeño. Hace y dice muchas cosas típicas de un niño pequeño… pero es que está malito.

Desde que el abuelo Pedro se quedó viudo, hacía todas las tareas de la casa: limpiaba, planchaba, cocinaba… hasta que un día, el tío de Óscar se da cuenta de que el abuelo hace cosas… un tanto extrañas: mete un pollo en la lavadora, plancha un lenguado… ¡¡todo eso y más en una semana!!

Un día, su mamá tuvo que llamar a la policía, porque el abuelo estaba haciendo algo verdaderamente preocupante: !abrir un árbol con la llave del buzón! Ahí es cuando se dieron cuenta de que el abuelo no estaba intentando llamar la atención, sino que estaba enfermo y necesitaba su ayuda.

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Como cuenta Óscar, desde que el abuelo vive con ellos, se han dado cuenta de que el abuelo hace cosas un poco disparatadas pero que, a la vez, luego resultan divertidas: encender la tele con una berenjena, confundir objetos… pero sin duda, hay algo de esta enfermedad que es especialmente duro: parece que el abuelo, lentamente, se va olvidando de las palabras.

Óscar y el abuelo hacen todas las tardes las actividades que un médico les ha recomendado. Ven fotos de cuando la familia era joven, y recuerdan los nombres uno a uno.

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Para que el abuelo recordara el nombre de todos los objetos de la casa, Óscar decidió poner etiquetas en todas partes. Y pronto, esas etiquetas, formarán parte de un regalo muy especial.

Poco a poco el abuelo va perdiendo su memoria. Tanto, que ya hasta se ha olvidado de cómo se llama su nieto.

EL ALZHÉIMER BORRA LA MEMORIA, NO LOS SENTIMIENTOS.

Una triste pero divertida historia que nos ayudará a niños y a mayores a comprender a las personas que padecen esta enfermedad.

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